martes, 5 de noviembre de 2013

Salinas de campiña, patrimonio olvidado entre minas y campo

Salina del Rincón del Muerto (Baena). Septiembre 2013

Hasta mediados del siglo pasado, en medio de mares de tierra calma a son de seguidilla sevillana, soleá de Córdoba y taranta de Jaén, cientos de salinas salpicaban el paisaje de la campiña andaluza.

En cruces de caminos, a pie de arroyos salados, en pueblos y cortijos grandes sobre tierras rojas, margas y yesos, el blanco sal de las salinas anunciaba cada verano una nueva cosecha y venta de sal. A las salinas llegaban cabreros de paso, panaderos y familias que hacían acopio para la matanza, aceitunas y alcaparrones.

Lejos estaban en la distancia las grandes salinas del litoral como en el tiempo procesos industriales y nuevos usos de la sal. Pocas clases de sales especiales había más allá de lo mucho o poco de buena era la sal de de esta o aquella salina para el saladero, la salmuera del encurtido y la hogaza de pan, o de la blanca o turbia de la cosecha del año.

Quizá por su vínculo ancestral más a la minería que a la agricultura, la salina de interior, más de campo que de galería, quedó fuera de reformas agrarias de la postguerra, de la era dorada del cooperativismo agrario, y de un proceso continuo de mecanización y mejora tecnológica de la producción agraria.

Quizá esta forma no resuelta todavía de ver al salinero más como minero que campesino haya alejado a la producción y cosecha de sal de los objetivos de proyectos, programas y planes primero de capacitación y extensión agraria, luego de desarrollo rural, sostenibilidad y producción ecológica.

Quizá sea también su situación geográfica en un entorno otrora de espigas y olivos en la actualidad, lo que explique la falta de interés e iniciativas de apoyo, modernización o reconversión de una actividad minera ajenas al beneficio de la piedra y los metales.

Sea o no sea por lo anterior, la cuestión es que cuando tratamos de recuperar una actividad ligada al territorio y a lo rural, más agraria que minera, o viceversa, da igual; cuando planteamos el integrar en la idea de sostenibilidad ambiental una actividad agraria en la que el sol, el viento y las manos del salinero son los únicos insumos de energía, sin vertidos ni aditivos; cuando incluso tratamos de recuperar una actividad minera ancestral como el beneficio de la sal; cuando, en definitiva, nos planteamos el recuperar toda una cultura de sal desde lo minero o lo agrario, nos encontramos con el mismo vacio de la veta agotada o la poza vacía.

La sal reluce por su ausencia en la planificación del campo y la mina quedando fuera de los programas de desarrollo rural así como de la planificación de recursos mineros del territorio andaluz. Desde Gabela de sal hacemos un llamamiento general cuanto menos a la reflexión sobre el tema. En otros foros e incluso administraciones el debate y la propuesta está en marcha.

Aprendamos de estas experiencias y construyamos entre todos un nuevo marco que regule de forma más racional un sector que, siendo y estando reconocido como artesanal y de carácter primario en lo alimentario, necesita de la iniciativa privada, en eso estamos, pero también del apoyo institucional en sus diferentes políticas de desarrollo económico como se apoya a la producción agraria o minera desde diferentes iniciativas, en eso también estamos y deseamos…

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